Profesional, de formación académica que le garantiza idoneidad, César Camargo es titular de un reconocido
protagonismo en la función pública. Nació en Bucaramanga el 21 de mayo de 1959,
pero Norte Santander ha sido el escenario de su vida. Estudió derecho en la
Universidad Libre y es licenciado en educación, con título de la Universidad de
Pamplona. También tiene especializaciones en investigación social, derecho
público y derecho administrativo. Fue secretario de Hacienda y de Gobierno de
Cúcuta, director Administrativo de la Cámara de Representantes, director
General Territorial de la Superservicios y jefe Jurídico del Senado.
Actualmente es director Administrativo y Financiero del Ministerio del Interior.
Tiene vínculos con la academia como docente universitario y conferencista.
Camargo habló con La Opinión.
¿Qué visión tiene de Norte Santander?
Tengo una visión optimista frente a su tradición, su historia, la
laboriosidad, industria y carácter de sus gentes, sus potencialidades
naturales, los inversionistas privados que se vinculan porque avizoran mejores
tiempos y la capacidad individual de sus líderes locales y nacionales. Soy
pesimista frente a la coyuntura política de Venezuela que no muestra trazas de
ajuste en el corto plazo, la amplia ventaja que nos está tomando Santander como
más cercano referente de desarrollo, los proyectos truncos, los déficits
acumulados de los diferentes planes de desarrollo y la falta de cohesión de las
diferentes fuerzas regionales en procura de materializar dos o tres proyectos
de envergadura.
¿Cuáles son las metas en que debiera empeñarse el departamento?
Desde la distancia considero que los múltiples diagnósticos dan cuenta de
focos y potencialidades que requieren consolidarse: turismo, minería, comercio
y servicios. Pero hay sectores que demandan intervenciones puntuales. En
desarrollo vial tenemos que apretar el paso, principalmente para mejorar los
tiempos de conectividad con el centro del país y la costa. El Catatumbo
requiere que el nivel central lo siga interviniendo de manera sostenida hasta
que supere los neurálgicos problemas que lo aquejan y pueda aportar al
desarrollo como corresponde a sus posibilidades. El área metropolitana que
concentra el grueso de la población del departamento necesita pasar del nombre
a una realidad administrativa potente que jalone proyectos trascendentes en un
marco de desarrollo equitativo entre sus municipios. El aspecto ambiental como
trasfondo de cualquier esquema de desarrollo no puede quedarse atrás. Pero el
vuelco en educación, cultura, deporte y ciencia y tecnología, no da espera, la
juventud necesita que se le ponga en el centro de las diferentes agendas
regionales y se eleven los niveles de calidad en todos los frentes sociales.
¿Cómo mide la contribución del Gobierno Nacional a la región?
La economía política del país tiene limitaciones para los aportes a nuestro
departamento (y a los demás departamentos) y los movimientos de los cafeteros,
paperos, maestros y poder judicial, entre otros, procuran mayores aportes del
presupuesto nacional. Los recursos son limitados y las necesidades crecientes y
no digamos el costo de la extensa guerra. En ese marco creo que se han hecho
esfuerzos para cubrir el rezago histórico de la región pero es imposible
satisfacer todas las necesidades, como seguramente corresponde a otras regiones
del país. Así como hay un régimen
presidencialista que en el imaginario social considera al Primer Mandatario
como un ser todopoderoso, igualmente se supone que la Nación posee una caja
inagotable lo cual está muy lejos de la realidad. El Gobierno Nacional ha
creado condiciones para atraer la inversión privada pero hay factores que la
limitan en su actuar como las múltiples calamidades y el mercado internacional
del petróleo.
¿Cree que los dirigentes regionales están sintonizados con su realidad,
sus anhelos y sus posibilidades?
El compromiso es de grados. Algunos líderes gestionan la atención de
necesidades locales, barriales, del corregimiento o del municipio, pero no hay
una mirada global que piense el departamento en términos estratégicos. Hay
trabajo individual, al menudeo, pero no hay sinergias para concebir una región
más autónoma y próspera.
¿Qué tan cerca está Colombia de la paz?
Soy optimista a pesar de los agoreros, concibo la paz como ilusión y
utopía legítima de los colombianos. Se escogió un modelo de diálogos y no es
factible cambiarlo a mitad del proceso. Conversar en medio del conflicto no es
un capricho sino el resultado del más reciente fracaso del Caguán. Esta
realidad nos demuestra que militarmente el Estado avanza en el control
territorial pero los actores armados aún tienen capacidad de daño, luego el
camino del diálogo es la salida para evitar más muerte y destrucción. El
ambiente internacional es favorable al modelo Santos de buscar la paz y los
avances de La Habana dan cuenta que el optimismo es razonable, al punto que hasta
el mismo Papa Francisco ha enviado mensajes halagüeños.
¿Con el Acto Legislativo Equilibrio de Poderes se fortalece la democracia
en Colombia?
En efecto. Los contrapoderes no deben ser retóricos ni meramente formales,
deben ser materiales. El invento aparentemente “inocente” de modificar un
articulito constitucional mire a dónde nos llevó. Reconstruir el andamiaje
constitucional inicial de 1991 obligó a este Acto Legislativo, que no es la
panacea pero es un avance. Sacar adelante una reforma constitucional no es un
trabajo sencillo y este gobierno lo ha logrado con gran capacidad de gestión.
El abrazo del Ministro del Interior y Claudia López, es un verdadero símbolo de
concertación entre diferentes por los más altos intereses del Estado, entre ellos
una democracia que supere el mote de simplemente formal.
¿Cuál es el lado feo de la política en Colombia?
Su pregunta da por sentado que la política tiene facetas positivas y estoy
de acuerdo, es preciso rescatar la cara noble de ella. El ejercicio de la
política es cada vez más complejo porque requiere concertaciones con
micropoderes y actores que han encontrado espacios gracias al amplio catálogo
de derechos y acciones constitucionales. Para mí la arista jarta de la política
es el altísimo costo de los procesos electorales que aleja a muchas personas
capaces y bienintencionadas de participar, en consecuencia entra al terreno del
mercantilismo lo cual causa enorme daño y deriva múltiples males.
¿La sigue interesando la política?
Respondo con Savater cuando en Política para Amador nos recuerda que en la
antigua Grecia el idiotés era aquel que no participaba en los asuntos de su
ciudad. Me interesa lo público, lo comunitario, lo social. En la medida que la
sociedad y nuestra juventud se despolitice le deja el campo a unos cuantos para
que decidan por la mayoría. Necesitamos que la sociedad se politice, en los
mejores términos, que sea propositiva, que haga seguimiento a sus líderes y a
los asuntos sustanciales de su desarrollo.
¿Qué le queda pendiente por hacer?
Siempre habrá proyectos personales y profesionales, opiniones que puedan
servir a la región. En lo inmediato
publicaré una novela corta sobre Cote Lamus en un aspecto poco nombrado, la
relación con su finca La Chamba de Bábega.
Fuente: Diario La Opinión
