Les comparto esta publicación de mi amigo Julián Silva:
Las luces brillaron frenéticas en el table dance el viernes por la noche. Cierto conocido se casará en cuatro semanas. Ella es una chica bella y tierna y él comercia con el futuro de la humanidad en algún país industrializado de la vasta Sudamérica. “Tengo miedo de perder todo esto”, me confesó. “¿Todo esto?”, pregunté. “¡Sí, toda esta libertad!”, respondió.
Las farolas de la calle son estrellas
novas el viernes por la noche y la luna brilla la ausencia de aquellos a
quienes un día amamos. Mi chica se fue hace mucho y la prometida de cierto
conocido lo ama a pesar de él mismo. La prometida no sólo es hermosa, irradia
la sensualidad tranquila e inteligente propia de las mujeres seguras de sí
mismas. Él disfruta de los vellocinos de rímel y el aromatizante de vainilla.
La suya es una casa donde habita el sexo de artificio y las risas borrachas
saben a vino de azúcar con miel.
La más hermosa de las vedettes se parecía
a una chica de la que estuve enamorado en la universidad. Nunca tuve el valor
de confesárselo pero lo hice con la vedette. “Te amo”, le dije creyéndolo de
veras. Ella me sonrió y comprendí que las chicas de la noche valen tanto como
aquellas a las que presentas a la hora del almuerzo en la casa de tu madre.
La prometida de cierto conocido me vuelve
loco y quisiera confesarle mi amor antes de cuatro semanas. La vedette rechazó
mi invitación a salir porque los clientes no siempre tienen la razón. En mi
mente, la mujer perfecta viene con el rostro de la vedette y la sensualidad e
inteligencia de la prometida.
Cierto conocido me confesó que ama a una
mujer diferente a su futura esposa. No se casará con ella porque es pobre y
vive en un barrio oscuro y humilde. “Preséntamela a mí que también soy pobre”,
le dije. Amenazó con utilizar sus influencias para destruirme si me atrevo
siquiera a buscarla. Sabiéndolo poderoso y con tanto dinero, le pedí perdón y
seguimos siendo amigos. Pasó el brazo por mi hombro y me dijo que tenía el alma
borracha de tanta alegría. Eructó y pagó un baile privado. Se alejó con una
muñeca de la noche y desapareció detrás de una puerta con biombos y lentejuelas
de oro.
Extraño a mi antigua chica en noches como
esas. Solíamos ver películas y comer papas fritas en la cama los fines de
semana. Yo era de esos tipos a los que los borrachos de los bares miran con
envidia porque lleva a una hermosa mujer de la mano. Pero mañana será jueves y
la vedette saldrá conmigo después de insistirle siete veces. Tomaremos un par
de tragos y veremos películas de acción en mi casa. Le diré que la amo y la
amaré de verdad hasta el fin de semana siguiente cuando le confiese mi
verdadero amor a la prometida del conocido y le pida que se fugue conmigo. En
un mundo perfecto aceptaría, pero si respondiera NO, tampoco estaría del todo
mal.
Fuente: Editorial Zenú
