martes, 8 de abril de 2014

Henry Miller fue el hombre más feliz del mundo

Les comparto una nueva publicación de mi amigo Julián Silva:



La primera vez que leí Trópico de Cáncer no entendí una sola palabra de lo que Henry Miller quiso decir. No obstante, llegué al final únicamente por el estribillo que cambió mi forma de ver el mundo hasta el día de hoy: “No tengo dinero, futuro ni prospectos. Soy el hombre más feliz del mundo”.

La mayoría de mis autores favoritos hablan de libertad, independencia y desapego. Cuando encuentro que alguno de ellos lo dejó todo por seguir el rastro de una quimera imposible en algún rincón oscuro del planeta, mi sangre hierve y siento la necesidad de largarme y empezar de nuevo allí donde nadie me conozca y la luna brille más cerca de mi cara y las chicas hablen lenguas extranjeras en un vasto desierto de lluvia, cerveza fría y amores repentinos.

Jack Kerouac lo sabía todo al respecto y dedicó su vida a buscar un hogar que nunca encontró. El suyo fue un final triste y predecible, pero cuando lees En el camino comprendes que hay un mundo más allá de donde se pierden los ríos y las montañas. Las carreteras se detienen en los puertos pero al mar lo siguen las estrellas.

“No tengo dinero, futuro ni prospectos…”. Abandona aquello que te aprisiona y encontrarás un millar de ventanas donde antes había una pared de ladrillos. Muere y revive al día siguiente sabiendo que perteneces a todos lados. Los enemigos no existen, únicamente la ausencia de hermandad. A Dios lo puedes hallar entre las piernas de la chica que te ama. Encuentra algo que te guste hacer y consigue que te paguen por ello. Conviértete en un extranjero de la ambición y el secreto de lo que se esconde tras las cosas aparentes te será revelado.

El nuestro es un camino pedregoso y lleno de tropiezos. Nada nos viene fácil y en el mejor de los casos saldremos con la nariz rota y un par de costillas fracturadas. Adelgazarás cinco kilos en dos semanas y los pantalones se te caerán porque un grupo de italianos robó de tu maleta el único cinturón que tenías cuando estabas fuera del hostal explorando las luces de una nueva ciudad. Almorzarás tres rebanadas de pizza de cuatro dólares en la tarde y sopa de fideos de sesenta centavos en la noche. Una amiga que recién conoces te regalará un paquete de bagels porque trabaja en una panadería y una pareja de asiáticos te invitará a cenar en su casa luego de preguntarte en qué parte de África se encuentra Colombia. Hablarás con extraños en las calles y serán quienes consigan trabajo para ti y un buen lugar donde vivir. Asistirás a conciertos gratuitos en una plaza pública y conocerás a una francesa por quien te volverás loco pero te dirá que tiene novio y no quiere ponerle los cuernos contigo. Lavarás platos siete horas en un restaurante sin respiro o asiento y entregarás publicidad en barrios con autos deportivos parqueados en la entrada y barandas blancas rodeadas de flores rojas y amarillas. Te sentirás agotado y pensarás que cometiste un error yéndote tan lejos. Tal vez estabas mejor en tu antiguo trabajo muriéndote de aburrimiento y viendo a la vida pasar frente a tus ojos impávidos.

Pero de repente encuentras a una chica de ojos negros dibujando palomas rojas y nubes azules en la calle y sientes que todo estará bien porque ella te sonríe y siempre hay más de donde viene una sonrisa. Tal vez la invites a comer un bagel y un café de un dólar y encuentres a Dios para cuando caiga la noche. Todo puede suceder si estás dispuesto a recorrer nuevos rumbos con los ojos bien abiertos y una sonrisa sincera pintada en el rostro.


Henry Miller no tenía prospectos ni futuro ni dinero ni ambición pero fue el hombre más feliz del mundo. Ignoro si algún día escribiré un estribillo cuyo impacto perdure ochenta años en el tiempo o si llegue a ser feliz como Henry V. Miller. Sólo sé que tengo cuatro dólares en mi billetera, la barriga llena de bagels y la música de esta ciudad que se escucha a lo largo y ancho del Yarra. Es un buen día para estar vivo. Al menos ahora, en este preciso momento, siento que soy el hombre más feliz del mundo.


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